La niña dibujaba esos triángulos
incompletos en su cuaderno durante las clases, figuras que al enseñárselas al
maestro y a sus compañeros, nunca lograban comprender.
En la universidad, ya de adulta,
la joven siguió marcando esas líneas sugerentes y misteriosas que ni los colegas
ni los docentes eran capaces de descifrar.
Varios lustros después, siempre
había administrativos curiosos en la oficina, que trataban de adivinar imágenes
ocultas en los formularios de su compañera, entre vértices y ángulos difuminados
unos encima de otros.
En la residencia de ancianos, una
tarde lluviosa de otoño, la mujer, ya vieja, marcaba con el dedo índice las
rayas en el vaho que empañaba el cristal, hasta que otro interno se acercó a la
ventana uniéndolas con un solo trazo, formando tres estrellas sobre el vidrio
húmedo.
Aquella noche el firmamento lucía
más brillante que nunca.
Pablo Vázquez
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Esta noche te cuento. Tres estrellas. |
Octubre el pasado 2012, con este micro participé