Tal vez si hubiera preguntado dónde había que pagar la camiseta, la alarma no hubiera saltado. La respuesta del anciano Esteban no era una justificación ni una coartada convincente para el vigilante que lo retenía. Lo único cierto es que el sospechoso vio la foto de Sara, su inolvidable y guapa esposa, sonriente y estampada en la prenda del escaparate de esa lujosa boutique. Cuesta mucho mantener los recuerdos.
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