El penúltimo día de agosto todo
el pueblo de Villa del Fresno hervía en la calle. La alcaldesa voceaba el
pregón, al mismo tiempo que los bebés perseguían a las palomas achicharradas por
la plaza. Los niños saltaban en los castillos hinchables. Los jóvenes
disparaban balines en los puestos, para conseguir algún peluche con que
cortejar a sus novias. Las abuelas bailaban en parejas, al son de la orquesta, durante
los festejos al patrón, San Ramón Nonato.
Mientras tanto, por el cerro se
asomaban los vecinos de la comarca con las caras pintadas, agazapados para
comenzar el ataque.
Pablo Vázquez Pérez
Con tal de reventar las fiestas del pueblo vecino la gente es capaz de cualquier cosa, je je.
ResponderEliminarAbrazos Pablo.