Por fin quietas, las notas se escapan por el pentagrama y apenas puedo seguirlas por el teclado. Casi pierdo el ritmo, el público se inquieta. Llega el doble sostenido, falta poco, me rindo, la partitura se acaba. Todo está oscuro y silencioso.
Pablo Vázquez |
Ya no, alguien aplaude al fondo. Qué
extraño, son como teclas blancas y negras aunque sin armonía.
Ahora se levantan todos de las butacas,
comienza el estruendo.
¡Hoy sí!
ResponderEliminarBuen micro, Don Pablo. Transmite la inseguridad eterna del artista.
Un abrazo y feliz 2013.
Hola Pedro.
ResponderEliminarLa verdad que intenté usar bien la primera persona, el soliloquio, y no sé si quedó muy forzado, pero gracias. Un abrazo.
Hola Pablo.
ResponderEliminarMe gustó mucho como retratas ese instante de vacío, ese momento de vértigo entre la interpretación y el reconocimiento.
Muy bueno.
Una abrazo