Ilustración del gran Sotirios Moutsanas |
Cumplí veinte años y ya no me
afecta ser hija única. Nada, es cierto, incluso Luz está casi olvidada. Sin
embargo mis padres jamás lo han conseguido.
Mientras vivíamos juntos, yo cada
vez me sentía más segura y-quizás- esta confianza resultaba más desconcertante
para mis padres; tanto, que siempre se inquietaban cuando nos encontrábamos por
el caserón. Pobres, los dos inquietos con mi presencia. Conmigo, Ana, su
pequeña. Titubeaban al hablarme, escondiendo sus miradas en las enormes paredes
de la casa, tan vacías como su amor. En ocasiones se cruzaban mis ojos y los de
ellos, enrojecidos, una prueba de su dolor, de esa pena marcada en sus gestos, mucho
tiempo antes de que yo naciera.
Gracias a la herencia familiar
poseemos tierras y casas que nos permiten una vida desahogada. Ellos en la
ciudad. Yo aquí, sola, disfrutando del reposo, del bosque cercano y de alguna
visita ocasional de Luz.
Yo soy de carne y hueso. Ella, en
cambio, es de cristal y azogue. Me muestra su cuerpo bruñido al otro lado del
espejo, antes de golpearlo. Pero ella no sufre. Lo sé porque se rompe en
pedazos y no sangra.
Pablo Vázquez Pérez
El mes de junio mandé este micro al ENTC. La verdad que me gustó mucho el microrrelato y la ilustración de Sotirios Moutsanas. El dibujo está aquí mismo y su microrrelato podéis leerlo en este enlace. Él sí que es un verdadero campeón olímpico (y del humor)
Buen comienzo de blog, y mejor relato.
ResponderEliminarSaludos
Una historia con diferentes lecturas.
ResponderEliminarMuy buen micro, Pablo.
abrazos