Todos esperaban ansiosos en la
meta volante. Desde la niebla surgían como fantasmas, uno tras otro, pedaleando.
Había sido una jornada lluviosa, con viento y la atmósfera en contra, aunque
nada que pudiera frenar al gran Montero. Así lo llamaban, por su apellido. Tenía
las mejores marcas mundiales en cualquier campeonato a dos ruedas, y las consiguió
sin tomar ni un caramelo.
Llegó al final del pelotón,
empujando a pie su bicicleta, ignorando a todos los curiosos y periodistas
hasta que llegó un niño a preguntarle -¿Por qué?- Montero, sonriente, se alejó gritando
¡Porque podemos!
La penúltima semana de Relatos veraniegos fue mejor que alguna anterior. Aquí dejo el enlace a La ventana...
Pablo Vázquez Pérez
La penúltima semana de Relatos veraniegos fue mejor que alguna anterior. Aquí dejo el enlace a La ventana...
No sé que me pasa contigo, Pablo. Es que no pillo los relatos. Por ejemplo en este, todo transcurre bien hasta la respuesta final. ¡Porque podemos! Al no entender que se quiere expresar me quedo fuera del texto. No te cojo la clave de lectura.
ResponderEliminarHola Javier.
EliminarPues en este caso la respuesta final es porque prefiere perder a pesar de poder ganar, pero veo que no ha quedado claro. Un abrazo.